Yo no desperdiciaba ninguna oportunidad de ir con mi esposo a casería. Nos íbamos para casería…él ponía los trabajadores a trabajar cuando nos íbamos los dos a casería. Em… Cuando… una vez tuvimos un accidente un poquito, un poquito desagradable. Tuvimos un accidente en fue… que se… que María Cristina se cayó de las escaleras, se cayó por las escaleras de la casa nueva que estábamos construyendo. Se cayó por las escaleras y se rompió el codo. Entonces, iba con la.... siempre estaba a toda hora con el bracito colgado. Mientras aparecía el señor sobandero que era... un señor que tenía que venir desde Zapatoca... un sobandero que nosotros conocíamos. Eh... vino... ví que lo llamamos que viniera y preciso que el día que lo llamamos para decir que, porque la niña se había descompuesto el codo, Em… Se había muerto el señor. Se murió el señor ese mismo día.

Entonces ese señor, entonces ella... ya no le dolía tanto el brazo... entonces ese día no llevaba pañuelo. Siempre colgaba el bracito con el pañuelo. Mientras ese señor se… estábamos esperando que trajeron el mensaje del señor de que venía el señor a sobar la niña. ¡Mentiras! El señor se había muerto el mismo día…Y vino a sobarla… creo que no. No, no vino a sobarla. Pensamos que... entonces que cuando murió el señor que… sobar el hijo porque al hijo le dejó la herencia y él hijo es sacerdote. Entonces, él era el sobandero de Zapatoca después de que se murió el papá. Pero, cuando sucedió lo de la niña… colgada... con el brazo colgado…

Ese día nos fuimos a casería, con Carlos y María Cristina,  y no llevamos, no llevaba la niña el pañuelo amarrado en el brazo. Porque no se quejo, de que no le dolía, entonces, se nos olvidó llevarle el brazo amarrado. Se nos olvidó y por eso hubo un milagro, o mejor dicho, el milagro se demostró en que… el milagro se demostró en que... la niña sanó sin necesidad del sobandero. Cuando la niña estaba... íbamos pasando por un… una corrientica de agua, y había una mata de espino... una mata con espinas ahí, y la niña, ella iba con sandalias. Entonces, no… no era seguro andar con sandalias en esa clase de yerba. Pero con ella fuimos, era un viaje cortico, y fuimos… y la niña iba con sandalias. Entonces, las espinas alcanzaron… se le alcanzaron a espinar… iba adelante Ignacio y en seguida Carlos y en seguida María Cristina y en seguida yo, así caminando por un pastalito, un.... Cuando se paro la niña en un espino. ¡Pegó el chillido tan grande! que yo… “¿Que le paso, que le paso a la niña?”

Nosotros no nos acordábamos de que la niña estaba mala y que la niña se había descompuesto el brazo ni nada. Sino que yo que iba detrás de la niña y apenas que la sentí que pegó el chillo.  “¡Ay! ¡Que me espiné, que no sé qué!” La cojí yo del bracito, la cojí yo de un brazo, y la pasé al otro lado del puesto de donde estaba… donde ya no había espino. Ahí se hechaba a parar un espino entonces yo la cojí de este lado, la cojí del brazo malo y se lo compuse. La cojí del codo zafado y con el peso de la niña, la niña es pesadita, era pesadita, era gordita, yo la compuse. Ese es el milagro. De que yo la hubiera cojído del brazo. Si yo hubiera sido conciente, no la hubiera cojído de ese brazo. ¿Ah? Y… Entonces, de veras como que mi Dios sabe de que el que no tiene recursos, usualmente el que no tiene recursos, si uno no puede sanar el hijo de esa, de esa, descompostura, de esa cosa. Y yo dije al momento, yo dije que… que, le había salvado era la virgen porque dije yo, “Eso es un milagro, eso fue un puro milagro.” ¡Yo no le hubiera cojido el bracito! ¡Yo no le hubiera cojido el bracito, ni Ignacio tampoco... Ignacio tampoco! ¡De pensar en que le iba a doler! ¡Yo no hubiera sido capáz! De… ¡de hacerlo conciente! Yo lo hice, porque lo hice inconciente, porque lo hice sin saber. La niña sanó... a los ocho días la niña estaba divinamente bien del brazo. Entonces, eso fue un día de que fuimos nosotros a casería, y que contamos el milagro de que pasó en ese cuentico.

I did not waste a single opportunity to go hunting with my husband. Ignacio would put the workers to work every time we went hunting. One time we had an accident that was quite unfortunate, as María Cristina fell down the stairs that we had been building in our new house and broke her elbow. She had to walk around all the time with her little arm dangling! We had asked a bonesetter that we knew from Zapatoca to come and help María Cristina because she had a dislocated elbow. The bonesetter died the same day we were expecting him, and since María Cristinaʼs elbow did not hurt as much that day, she did not go around with her arm tied by a handkerchief, although it usually was in that sling.

We had been waiting for word of the arrival of this bonesetter, but he had died the same day! No, he did not come to heal our girl. When the bonesetter died, his job was passed down to his son, a priest, who became the new bonesetter of Zapatoca.

The same day all of this happened we decided to go hunting, and we brought  Carlos and María Cristina with us, but since her arm was not hurting as much, we  had forgotten to tie it up in the handkerchief. This was a miracle, a blessing in  disguise, for our girl ended up not needing a bonesetter after all! We were  passing through a stream of water where there was a very spiny bush, and María  Cristina was wearing only sandals on her feet. It was not safe walking through  this land in only a pair of sandals, but it was only a short trip. Ignacio was leading  us through the clearing, with Carlos behind him, followed by María Cristina and  then myself, and when we reached the thorns, María Cristina stepped on a thorn.  She let out a huge scream! I exclaimed, “What happened to her? What happened  to our little girl?”  

We did not remember that she was hurt and that she had a dislocated elbow. I  just knew that I was behind her and I felt her scream. “Ay! I am pricked!” I  grabbed her little arm and I yanked her to the other side, where there were no  thorns. I had grabbed her by her injured arm and her elbow popped back into  place. I took her by her dislocated elbow and her plump little body had enough  weight to counteract my force, causing her elbow to relocate! The miracle was  that I had yanked her by her injured arm. If I had thought about it, I would not  have grabbed her by that arm! This seems like proof that God helps he who does  not have the wherewithal, he who does not have the means to fix something.

I declared at this moment that it was the Virgin Mary who saved our girl, and I stated, “This is a miracle, a pure miracle! I would not have picked her up by her little arm, and Ignacio would not have either!” To think about how much this would have hurt her! I was not capable of doing that consciously, and the only reason I did it was because I was not thinking. Our girl was healed, and a week later her arm was perfectly fine. This day of hunting lead to the miracle I tell in this story.